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jueves, 13 de diciembre de 2012

Ramón y Zenobia _relato corto_


 ramón y zenobia

                                Por el mundo se extendía una red de hilos invisibles que unían un alma con otra; hilos más fuertes que los de la vida, hilos más fuertes que los de la muerte.
                               (de, la señora maría grubbe, jens peter jacobsen)


Embobado. Aquella mañana, como cada mañana la esperaba a los pies del terraplén, puntual, a las nueve menos trece. Embobado , ah, esto ya lo dije. Con los ojos en vidrio de tanto rascármelos  para quitar las legañas y húmedos y verdes por ella. Centímetros más abajo había más humedad, esa noche como tantas estuvo arañando mis intimidades en sueños... ...y, caramba, apareció con su larga melena rojiza medio descolocada, medio colocada,  y aún abotonándose el babi. Venga,  zenobia, que llegamos tarde! Yo tan puntual, ella tan desastre.  Ay, ramón, no me metas la prisa en las piernas.   Le vas a poner tú la mano a doña brígida para que te la golpee.  No, se la pondrás tú que para eso eres el hombre.   El hombre, decía zenobia,  un cuarto de hombre que ella aún retaba más.

Cuarenta y cuatro años. Cuarenta y cuatro pasaron desde que ramón dejaba los ojos al alba en las formas de zenobia, delgada y escurridiza, aún así, ya se le intuía a los once años que tendría un buen chasis y sería abundante donde ha de serlo una mujer. Las casas de sus familias, medio enfrentadas, se encontraban a pocos metros y bajaban juntos los prados y veredas hasta llegar a la carretera, a la escuela mixta que acogía a todos los niños en una misma clase, de los seis a los catorce años. Era época de dictadura y la bandera española ondeaba al ritmo del tiempo en el corredor balaustrado. Y la vara cimbrada ondeaba en las manos de doña brígida al ritmo del humor de cada día, que, de costumbre, era agrio. Aunque a veces dejaba asomar su sonrisa y ternura. Años más tarde la ingresarían en un hospital psiquiátrico. Ella sólo fue una víctima~verdugo más de aquellos tiempos opacos.

Me sentaba dos pupitres más atrás de la reina, y qué bien le hubiera ido a mis calificaciones que fuera dos pupitres más adelante. No podía, no quería, no sé...  Mis pupilas sólo estaban con gusto en su espalda y donde ésta pierde su erótico nombre. Si se levantaba, si se agachaba. Si carraspeaba. Si se acicalaba para salir al encerado y decir los deberes. Qué lista y coqueta era. Si miraba a teresa, su compañera de pupitre, yo acariciaba su perfil con la imaginación... ...y, de repente, casi sin darme cuenta, mi padre me arrancó de su lado para reunirnos con mi madre al otro lado del charco. Sí, mi madre también era y es de armas tomar, la que siempre llevó las riendas, igual que la pelirroja. No he vuelto a saber nada de ella por ella, mis tías y mis tíos, que aún viven en españa, a veces me cuentan lo que aún me duele que me cuenten... ...me dicen que sigue siendo la misma zagala rebelde. Que nunca se casó, ni quiere. Ni maridos, ni hijos. Y aquí estoy yo, añorándola aún, y casado con una mujer bella a la que no amo. Qué vida perra. Mi hermosa mujer me  parió dos hijas hermosas. No quieres mujer, toma tres. Y, qué hago yo con este trío? No las voy a meter en tres botijas y taparlas con un pez.1

Estos dilemas se trae don ramón, mientras señorita zenobia, se mira y remira en el espejo y se dice qué sola estoy y qué ovariuda2 soy.



1._Un guiño al cuento popular de nunca acabar: las metió en tres botijas y las tapó con un pez.
2._Ovariuda: un hombre estupendo y rotundo es un hombre cojonudo, por lo tanto una mujer rotunda 
y estupenda es una  mujer ovariuda, que sepamos las mujeres tenemos ovarios,  no cojones.

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