Vivimos con miedo el desapego. Lo sentimos como algo negativo porque las relaciones con las personas y las cosas en nuestra cultura se basan en la posesión, no en el amor incondicional. Si nos desapegamos caminamos hacia la libertad de elección y la responsabilidad, y hacemos que los que nos importan también lo hagan. Cuando vivimos el desapego con naturalidad nos volvemos más felices y resolutivos. No nos olvidemos que vinimos desnudos a este mundo, nada nos pertenece fuera de nosotros. Si conseguimos no sentir miedo a la pérdida se abre una puerta infinita e insospechada ante nosotros. Si logramos estar al lado de las personas, por muy familia o amigos que sean, por decisión profunda y amor, no por pertenencia, habremos logrado uno de los triunfos más grandes de la libertad. Recuerdo que leí una vez, el desapego no es abandono, si no amor incondicional: pensémoslo...
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| Playa de las Catedrales en Lugo |

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