
el beso de gustav klimt
Está tendida la manta de la esperanza,
en las praderas verdes de la adolescencia.
La voz teñida de nostalgia y de inocencia:
se escucha allá, dónde el tiempo alcanza.
Busca el ímpetu: la cordura de la templanza,
en la falsa plenitud de la inconsciencia.
Rompe el alma en cachos de indecencia:
somete al corazón a la simiente de la danza.
Danza de vaivenes: sacudidas de la suerte,
que inquietan e inquietan hasta la madurez:
a la decrepitud de la (in)consciente muerte.
Muerte y olvido de la simiente de la mudez,
que en desespero te trajo apasionado (o) inerte,
el beso rojo adolescente al azul de la madurez.
Está tendida la sábana de la placencia,
en las montañas moradas de la madurez.
La voz teñida de sosiego y calidez,
se escucha aquí, dónde el espacio presencia.
Encuentra el ímpetu: la magia de la prudencia
en la bien cierta plenitud de la lucidez.
Recompone el alma en enteros de sensatez:
libera al corazón de la simiente: indecencia.
Indecencia gris de vulgares arrebatos
que la roja adolescencia sembraron
de locos días y lastimeros vientos.
Vientos lisios que amainando fueron,
y de allá-acá mil y dos azules besos
de la adolescencia a la madurez vinieron.
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