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| Los Relojes Blandos de Salvador Dalí |
Hoy me desperté con esta frase en la cabeza. En la ducha no podía dejar de repetirla, incluso la tarareé. La vida pasa, la vida pasa. Supongo que fue a raíz de una conversación telefónica que tuve ayer con Paloma, una amiga, muy querida y admirada, de toda la vida que vive en Madrid. Aquí seguimos con 40 y muchos hablando de nuestros hijos, riendo a carcajadas y llorando lo que hay que llorar. Seguimos en pie como auténticas. Así somos las mujeres que no nos dejamos intimidar por las arrugas, por la acidez de estómago o por una celulitis resistente a la bici. N0. Hemos fracasado en algunos amores, bueno hemos aprendido a mejorar con amores fallidos. Hemos bebido tequila en una mexicano en el Madrid de los Austrias a las 12 de la noche y se nos han ido las manos al paquete de un recién conocido. Hemos llamado tres veces seguidas a un número, plagiando al gran Gila, para preguntar por un tal Tiburcio, y al final, cuando nos hemos hecho pasar por el Tiburcio nos han mandado al carajo. Hemos aprendido, ella gallego, y yo castellano en las escaleras de mi casa materna con tan solo 3 y 5 años y aquí seguimos. Regias, madres, ella esposa, yo esposada al recuerdo latente de un gran amor futuro y pasa la vida y seguimos siendo primas adoptivas porque cuando hay una base fuerte no importan los años, la distancia, las arrugas en la amistad. Importa que seguimos vivas, guapas por dentro y rotundas por fuera.

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